Amada mía.

No han sabido silenciarse los sonidos de tu ausencia que se escuchan sin clemencia en la noche de la casa. El espejo devuelve la más cruel de las verdades, que son las causas de tu ausencia y las más perversas soledades. Yo no quiero principios, ni puntos aparte, solo quiero librarme del espanto que vivo por amarte. Lloverá por siete años, todos los días serán domingos, tu recuerdo y el espanto me despertarán cada madrugada. Yo recordaré que te amo, que debo seguir siendo yo, que la suerte está echada. 

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